"No encontraron la complacencia, el beneplácito y la complicidad que suelen tener a veces los que llegan desde muy abajo y que encuentran cómoda, la alianza con los poderosos. No la hallaron en Diego"

Alejandro Dolina, 30/6/94

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Grandes Glorias


por Alejandro Apo




Una de las mayores glorias de la historia del fútbol, en los cinco continentes y en todas las épocas, tiene nombre y apellido: Diego Armando Maradona. Diego habita el terreno de lo indiscutible, es la alquimia perfecta entre belleza y contundencia. Es el tipo que hizo el viaje del potrero al mundial. Además de su genialidad, Diego inspiró su forma de jugar en una época maravillosa del fútbol, la década del '40. En esos años existió un tipo de juego que Maradona no llegó a ver, pero que funcionó como su norte. Una vez Diego recibió un reconocimiento de varios jugadores de aquella época dorada. Durante ese evento, le dijo a Ezra Sued (puntero de Racing durante los '40): "Yo tomé la bandera de ustedes, de lo que pude saber y de lo que me contó mi viejo. Yo jugué el fútbol de ustedes". Los veteranos, claro, aplaudieron.

Hay una vieja frase que solían decir los marxistas: "Cristo es el camino, Marx es el atajo". Hablando de fútbol, Diego es las dos cosas: el camino y el atajo. No compite con nadie porque va por un carril diferente, es el mejor jugador de todos los tiempos. Por eso fue autor del gol más grande de todos los tiempos. Hablo del segundo que Argentina le hizo a Inglaterra en el Mundial de México, en 1986. El relato que hizo Víctor Hugo Morales de ese gol fue sensacional, porque se dio cuenta de la magnitud de lo que había visto. Yo estaba en el Azteca ese día y vi un gran gol, pero no ese gol, que pude observar con mayor tranquilidad después. Un gol que atraviesa la historia. Víctor Hugo, en cambio, segundos después de que Maradona metiera la pelota en el arco, dijo que se trataba de la mejor jugada de todos los tiempos. Tenía razón.

Víctor Hugo y Maradona me llevan a otro momento que recuerdo, en lo personal, como un instante glorioso del fútbol. Sucedió el 24 de junio de 1990, en la ciudad de Turín, durante el Mundial de Italia. Se jugaban los octavos de final. El partido del que hablo era Argentina-Brasil. Yo estaba en la transmisión por Radio Continental, con Víctor Hugo. A los 25 minutos de juego dije que Claudio Caniggia iba a tener un momento importante durante el partido, que algo iba a pasar con él. Caniggia estaba jugando muy bien. Siempre está bien en los partidos importantes, es una característica de los grandes delanteros. Hay que destacar dos virtudes, de las varias que tiene Cani: corría a gran velocidad y, al mismo tiempo, tenía un gran control de la pelota. Además se complementaban muy bien con Diego. Vuelvo a Turín: ya había pasado el primer tiempo, en el que Brasil le había dado un baile a la Argentina. Ya ahora corrían los 37 minutos del segundo tiempo. Diego hizo una jugada enorme: arrancó en la mitad de la cancha y llegó a la puerta del área, dejando a unos tres brasileños en el camino. Allí le pasó la pelota a Cani, que gambeteó a Claudio Taffarel (el arquero de Brasil), y metió el gol. Recuerdo mucho ese gol, porque la gente siempre me dice que yo lo anticipé, cuando dije que Caniggia tendría su momento en el partido. Es un gol que todos llevamos en el alma porque ese día habíamos recibido un baile. Pero, al final, sacamos a Brasil del Mundial en octavos de final. Es un recuerdo que todos les agradecemos a Diego, por la jugada, y al Cani, por la definición.




*Texto publicado en la revista Caras y Caretas de agosto 2011 , año 50, Nº 2.261

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