"No encontraron la complacencia, el beneplácito y la complicidad que suelen tener a veces los que llegan desde muy abajo y que encuentran cómoda, la alianza con los poderosos. No la hallaron en Diego"

Alejandro Dolina, 30/6/94

domingo, 20 de diciembre de 2009

Maestro Inspirador de Quienes todavía Sueñan

En noviembre de 1995 Diego Maradona fue agasajado por más de 900 estudiantes en la Universidad de Oxford.



Así recuerda aquel día en su autobiografía "Yo soy El Diego":
"Esa sí que fue una de las alegrías más grandes de mi vida: que me reconocieran en ese lugar. Por eso hice un esfuerzo enorme para estar. Jugué contra Vélez en la cancha de Boca, el domingo 5 de noviembre. Ganamos nuestro cuarto partido consecutivo, y desde La Bombonera volé hasta Ezeiza. Me acompañaban Claudia, mis hijas, Cóppola y Bolotnicoff. Me tomé un avión hasta Nueva York y ahí hice escala -más que eso no pude hacer, porque se sabía que los yanquis no me dejaban entrar en Estados Unidos- y enganché con el Concorde. En tres horas y media aterricé en Londres y en una camioneta me llevaron hasta Oxford. En menos de veinte minutos estaba parado frente a un montón de estudiantes de todo el mundo, que me aplaudían como si hubiera hecho el mejor gol de mi vida. La idea había sido de un pibe argentino a quien le voy a estar agradecido toda mi vida, Esteban Cichello Hübner. Durante treinta y cinco minutos leí un discurso que me habían ayudado a escribir Bolotnicoff y Cóppola. Para mí, era un desafío, un desafío en serio: volví a leer en público desde mis tiempos de la primaria. El sentido de lo que dije aquella vez era el que me había movido siempre: demostrar que los jugadores de fútbol no somos ignorantes, defender la dignidad del jugador.
Después, los pibes me empezaron a hacer preguntas, y eso me gustó todavía más. Tal vez porque estaba emocionado, o porque los que me preguntaban se lo merecían más que nadie, reconocí que el gol a los ingleses, aquel de la mano de Dios, había sido en realidad con la mano de... Diego. Pero les expliqué, les expliqué enseguida por qué lo había hecho: porque lo haría contra cualquier equipo del mundo, por mi forma de ser, porque siempre busco lo mejor... para los míos. Sentía que el tiempo había curado todo, la verdad, y por eso me animé a decirlo.
Después, me tiraron una pelotita de golf y me pidieron que hiciera jueguito. Me atajé, les dije que eso se hacía con zapatillas, por lo menos, y no con los zapatos brillosos que tenía, pero me animé igual: la levanté con la zurda y le pegué, una, dos, tres, diez veces... y la tribuna se vino abajo. Me gritaban: ¡Diegouuu, Die-gouuu!, con acento inglés, y a mí se me cayeron las medias.
Muchas gracias les dije y muchas gracias les repito, hoy. Porque me hicieron sentir orgulloso, porque me obligaron a confesar en quién había pensado, cuando estaba allí, rodeado por los estudiantes de una de las universidades más prestigiosas del mundo, los mismos que me habían premiado, me habían entregado una toga y me habían nombrado Maestro Inspirador de Quienes todavía Sueñan: en mis hijas... y en mis viejos, que me dieron la educación que pudieron."

La nota que escribió el diario El Mundo de España: http://www.elmundo.es/papel/hemeroteca/1995/11/08/ultima/598842.html

1 comentarios:

Esteban dL dijo...

uy que época, todos los ingleses, con la boquita abierta... como si no entendieran (jamás van a entender nada de nada). Muy groso el recuerdo.
saludos

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